—Explícame: ¿por qué lo hiciste?
Él alzó su rostro con delicadeza, obligándola a mirarlo de frente.
—Porque quiero que entiendas que no tener pruebas no significa que alguien sea inocente —dijo ella, tragando saliva—. Necesito que la policía investigue a fondo; Mónica no es limpia, solo lo oculta muy bien.
El silencio cayó como una losa.
—Ya entiendo… —murmuró él tras un suspiro—. Pero, ¿era necesario lastimarte?
—No confío en ti —contestó con una sonrisa temblorosa—. Ahora te parece que me amas, pero… ¿quién garantiza que no la protejas cuando importe?
Bajó la vista hacia su pierna enyesada.
—Ella siempre fue “tuya”, no como yo, que te mentí y te traicioné. ¿No crees que merezco un poco de compasión?
Se frotó la mejilla contra su palma, buscando calor.
—Quería que me quieras más —confesó.
—Ay, tú… —Alejandro negó con paciencia—. ¿No te basta lo que hago? ¿Y este experimento te deja satisfecha?
—Más o menos —bromeó ella, encogiendo los hombros.
—Que no se repita. —Su tono se endureció—