Capítulo 1001
—¿Qué favor? —desconfió. Lo conocía lo suficiente para saber que preparaba una trampa.

—Sé mi novia —dijo con una sonrisa de niño travieso.

Martina se quedó de piedra.

—Lo sabía… —bufó con sorna—. Entonces olvídalo. Seguro al señor Morán no le falta cena, y nuestra comida humilde no va con su linaje.

—¡Ey! —Salvador alzó las manos—. ¿Por qué tan brava?

La sujetó del antebrazo.

—Solo lo dije al aire. No soy tan ingenuo: no vas a decir que sí porque te ayude a mover cajas.

Martina rodó los ojos.

—¿Entonces para qué lo sueltas?

—Por probar suerte. ¿Y si te da un calentón y aceptas? —rió.

—Tranquilo, no pasará —le sacó la lengua—. ¿Comes, sí o no?

Después de todo, le había dado una mano; no era cuestión de dejarlo al hambre.

—Claro que como —aceptó, cogiendo la vianda—. Es nuestra primera cena juntos, ¿no? Cuenta como cita.

Alrededor, varios compañeros los observaban entre risas y susurros. Uno no aguantó y preguntó:

—Doctora Hernández, ¿no nos presentas al novio?

Martina abrió la boca… y
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