No dejó que Lucía se marchara y la agarró con fuerza. Tenía ganas de matarla.
—Siempre supe que eras un mal presagio. Sin ti, todos estaríamos bien. Tomás nos habría ayudado y podríamos haber vivido felices como familia. Tú te interpusiste y provocaste que Tomás nos abandonara. Eres una mujer venenosa y sin corazón. ¡Te voy a matar!
El cabello de Lucía quedó desaliñado por el agarre.
Instintivamente intentó esquivarla y apartarla.
Lily tenía las uñas largas y alcanzó a arañar la mejilla de Lucía, dejando varios rasguños visibles.
—Señora, esto es una comisaría. Por su comportamiento, podemos detenerla —advirtió el policía.
Lily, cegada por la ira, respondió:
—¡Deténganme si quieren! Solo quiero matarla. ¡Incluso si yo muero! ¡Aunque muera, la arrastраré conmigo al infierno!
Lily gritaba violentamente, obligando a los policías a reducirla y tirarla al suelo.
Aún intentaba moverse, mirando a Lucía con ojos llenos de furia.
Adriana, pálida y llorando, suplicó:
—Mamá, por favor, detente. ¿