Capítulo 930
—¡Faltaba más! —contestó un tío entre risas—. Venimos por ese banquete; ¿cómo piensa que vamos a irnos?

En medio del bullicio apareció Juana con una bolsa de regalo.

—¡Abuelo, buenos días! ¡Qué ambiente tan animado! ¿Llegué muy tarde?

Miguel hizo una pausa y le devolvió la sonrisa.

—¿Tarde? Para verme nunca es tarde.

—¡Juana! —corearon varios, algo alborotados—. Hoy estamos casi puros parientes cercanos de los Guzmán.

—Eso, eso. Don Miguel organizó un almuerzo familiar. —El tono travieso dejaba claro que la estaban pinchando.

—¡No la molesten! —saltó una tía—. Juana igual y pronto es una Guzmán, ¿no? Juana, dilo tú misma.

El rubor se le subió a las mejillas.

—¿Qué andan diciendo? ¿Guzmán yo?

—Uy, se puso tímida…

—Eso pregúntenselo al señor Alejandro —soltó otro.

—Ya que lo mencionan, ¿dónde está Alejandro? ¿No vinieron juntos?

—Yo… —Juana mordió su labio, balbuceante—. No sé…

—¿Cómo que no sabes dónde anda tu noviecito? —bromeaban cuando una voz anunció:

—¡Ahí viene el señor Alejandro!
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