Era extraño y hasta un poco molesto, aquel cosquilleo agitado en el medio del pecho que la hizo abrir los ojos y enfrentar la mirada oscura de Aidan. Estaba tendido sobre su costado, con la cabeza sobre un brazo y el cabello revuelto.
—¿Qué pasa? —le preguntó preocupada.
—No se te ve la marca. No nos ha salido a ninguno de los dos —respondió él. Era evidente que se sentía decepcionado por eso.
Rhiannon se llevó una mano a la curca del cuello, donde debía haber salido el tatuaje.
—¿Te sientes mal por eso? —quiso saber. Por más que lo ocultara o tratara de resistirse a ello, los lazos de sujeción estaban muy arraigados en la conducta de Aidan, y la marca para él solo era uno que sí le estaba permitido por todas las leyes.
—No sé qué significa. ¿De verdad te marqué? &iques