La oficina de Lucía Ferrer ocupaba el piso veintidós de un edificio de vidrio en el distrito financiero de Madrid, con vistas que se extendían hasta las montañas distantes. Pero nadie venía aquí por las vistas. Venían porque Lucía Ferrer era la abogada familiar más temida de España, con récord de victorias del noventa y tres por ciento en casos imposibles.
Cassandra y Sebastián estaban sentados frente a su escritorio de roble macizo, observando cómo ella leía la demanda con expresión que no revelaba nada. Solo el golpeteo ocasional de su pluma contra el papel indicaba que estaba procesando información.
Finalmente levantó la vista, sus ojos verdes evaluándolos con precisión quirúrgica.
—Es basura legal —declaró sin preámbulo—. Completa y absoluta basura.
Cassandra sintió que algo en su pecho se aflojaba mínimamente.
—¿Entonces pueden desestimarlo?
—No dije eso. —Lucía se recostó en su silla de cuero—. Dije que es basura. Pero es basura inteligentemente construida. Quien escribió esto s