El teléfono de Sebastián vibró con una urgencia que hizo que todos en el Bentley se tensaran. Javier, desde el asiento del conductor, observó por el espejo retrovisor cómo su jefe leía el mensaje con expresión que rápidamente pasó de concentración a algo parecido al alivio.

Escribió rápidamente en la pantalla y se la mostró a Cassandra: Elena despertó. Está pidiendo por ti.

El mundo de Cassandra se detuvo. Luego se aceleró. Su corazón martilleaba contra sus costillas como un pájaro desesperado por escapar de una jaula.

—¿Está...?

Sebastián asintió antes de que pudiera terminar la pregunta. Sus dedos volaron sobre el teclado: Consciente. Estable. Los médicos dicen que superó la fase crítica.

Las lágrimas que Cassandra había estado conteniendo durante horas finalmente encontraron su cauce, resbalando silenciosas por sus mejillas mientras el Bentley giraba bruscamente, cambiando de dirección hacia el hospital.

El pasillo de la