Después de que Valentino se marchó, la habitación quedó envuelta en un silencio pesado. Me quedé sola durante un largo rato, con los ojos clavados en el techo, como si esperara que me diera una respuesta que yo misma no podía encontrar. Quería descansar, pero lo único que ocupaba mis pensamientos era lo que había pasado esa mañana con él. Aún podía saborearlo en mi boca, aún sentía su calor impregnado en mi piel, y eso me ponía terriblemente caliente. Las expectativas de lo que pasaría en la noche me tenían al borde de la impaciencia.
Con un suspiro, decidí levantarme. Necesitaba aire fresco, necesitaba poner en orden mis ideas antes de enloquecer con la mezcla de emociones que se desbordaban dentro de mí. La decisión que había tomado no era pequeña, cambiaría mi vida para siempre, y aunque en mi interior una voz me gritaba que confiara en Valentino, otra me recordaba con crudeza que él era un demonio.
Me encaminé hacia el jardín, pero apenas crucé el pasillo fui interceptada por No