114: Es un caos.
Ginevra se limpió las lágrimas como pudo y volvió al baño. Sus manos temblaban cuando metió los brazos en la bañera y tomó a sus hijos, aún dormidos entre las toallas tibias donde los había envuelto. Los acunó contra su pecho unos segundos, solo para sentir que seguían allí, respirando, vivos. Después los acomodó con delicadeza en una manta sobre el suelo, lejos de la puerta.
Afuera seguían los disparos. Cada estallido la hacía brincar, como si el corazón se le fuera a romper de puro miedo. Se sentó junto a la bañera vacía, respirando entrecortado, intentando procesar todo lo que acababa de ocurrir. Pero era imposible. Su mente era un torbellino de sangre, gritos y la imagen de Valentino cayendo al piso.
Un suspiro la sobresaltó. No lo había escuchado entrar.
Carolina estaba en la puerta, con el rostro pálido, la mandíbula apretada. No había rastro de arrogancia, solo… una especie de dureza contenida.
—No me caes bien —dijo al fin, sin rodeos—. Pero debo admitir que hiciste lo posible