Emma
El corazón me latía desenfrenado, mi pulso se había disparado y no encontraba forma de calmarme, pero ya no sabía bien por qué.
Me pasé años pasando por este lugar, observándolo de afuera y diciéndome que encontraría la manera de traer a mi hijo aquí. Estuve años esperando el momento en que eso pase y ahora parecía un sueño.
— Buenos días, Theo Hamilton —saluda al hombre de la puerta con su característica sonrisa.
Tal vez el problema es que me observa a mí, en vez de a ellos, lo que es sumamente descortés.
— Ellos son Oliver y Emma —mis ojos fueron a Theo —. Tenemos una cita con la señora Camille Lombard.
Un pequeño carraspeo salió de sus labios captando la atención del hombre frente a nosotros.
Me detengo un poco en él, cabello oscuro, rostro redondeado, ojos cafés, alto, no tanto como Theo, pero si más que yo y a diferencia de mi jefe, este tiene una pequeña barriga.
— Buenos días, señor Hamilton —responde amablemente, volviendo a mirarme —. Aquí está su pase. La señora Lombard