Emma
Este lugar parece tener todo perfectamente organizado, incluso la parte de mantener contentos a los padres. No me había pasado que quisieran mostrarme que iba a tocar mi hijo.
— Vaya.
— Que tengas un lindo día, Oliver.
La voz de mi jefe me vuelve a la realidad. Desvío mis ojos a él, su brazo está estirado en dirección a Oli, solo lo tiene cerrado en un puño. Un puño que mi hijo termina chocando.
— Gracias, Theo —el susodicho le guiña un ojo y luego me observa.
—Te espero, Emma.
La señora Johnson comenzó a caminar y la seguí en silencio, mi cabeza no paraba, no podía pensar.
El lugar era sencillamente imponente. Los pasillos, largos y bien iluminados, estaban flanqueados por filas interminables de lockers de metal gris, cada uno con su número grabado en negro y un candado que brillaba bajo las luces fluorescentes.
La secretaria, le entregó un papel a mi hijo con la clave de su locker. Nos detuvimos frente al suyo, un número anodino, pero que para él debía sentirse como una pequeña