Formamos un pequeño círculo y empezamos a sacudir nuestros cuerpos al ritmo de la música, chocando con otros de vez en cuando, animando a otros a bailar en el centro.
Parece que hubo un vaso lleno de algún coctel en mi mano en todo momento. Al principio me preocupaba que el único licor que contuvieran fuera ron, porque había leído en algún lado que no era bueno mezclarlos, pero después de una hora en la pista, dejo de importarme y empecé a beber lo que Valeria o los meseros ponían en mi mano.
No era algo que hiciera habitualmente, sabía que una mujer no debería confiar en desconocidos cuando había bebidas de por medio, pero aunque no pudiera considerar a los integrantes de Poisonous Cherry como mis amigos, Leo no apartaba la vista de mí y eso me facilitaba bajar la guardia por una noche.
De haber estado en mis cinco sentidos me habría aterrado darme cuenta de que confiaba en él, pero gracias a los cócteles podía podía admitir que había estado conmigo en momentos realmente vulnerables y me había protegido, así que no me preocupaba estar ebria ante èl o al menos no temía por mi seguridad.
La relación entre nosotros también se estaba volviendo más compleja de lo que había anticipado al principio de nuestro “noviazgo”, pero eso también algo por lo que me alarmaría después, cuando estuviera sobria; por ahora estaba bailando con él, con mis brazos al rededor de su cuello y permiéndole que me tomara por la cintura como si no hubiera estado al borde un paro cardiaco unos minutos antes sólo porque su brazo estaba sobre mis hombros.
— ¡Oye!
Protesté cuando me quitó el vaso que el mesero acababa de entregarme y se lo bebió.
— Ya fue suficiente, me alegra que te la estés pasando bien, pero ya tomaste suficientes tragos.
Obviamente no estaba de acuerdo, pero discutir sería exactamente lo que una borracha impertinente haría.
En ese momento Valeria me tomó de la mano para apartarme de la multitud.
— ¿Quieres ir a la terraza un rato? Ya no aguanto los pies.
Sugirió.
No era mala idea alejarme del ruido mientras me despejaba un poco.
Asentí con la cabeza.
Les indicó a los hombres del grupo que nos siguieran con una seña y lideró el camino hacia las escaleras.
Ahora que tenía que caminar en línea recta en lugar de solo saltar y contonearme, empezaba a notar los efectos del alcohol.
La noche estaba despejada y el aire fresco contrastaba con el calor de todos los cuerpos aglutinados en la pista de baile.
La vista de la escena nocturna no se comparaba con la del restaurante giratorio, pero no estaba del todo mal.
A excepción de una pareja besuqueándose en la obscuridad de una esquina, nuestro grupo era el único ahí.
— ¡Joder! Ya no estoy para bailar toda la noche sin parar, vaya que los años no pasan en vano.
Se quejó Valeria mientras se dejaba caer en una silla y se quitaba sus botines de tacón de aguja y forrados de cristales.
— Si lo haces cada viernes es obvio que te va a pasar factura tarde o temprano.
Respondió Arturo, prendiendo un cigarrillo.
La festejada le sacó la lengua y parecía contemplar el cielo nocturno con la vista pérdida.
— ¡Ya sé que vamos a hacer!
Declaró luego de unos segundos de silencio.
— ¿Ahora qué?
— ¡Vamos a jugar verdad o reto!
Anuncio aplaudiendo.
— ¿Hace unos segundos te quejabas de que estabas vieja y ahora nos quieres hacer jugar un juego de niños de secundaria?
Protestó el más alto, que al parecer era el único que se atrevía a llevarle la contraria.
— No seas amargado, además es mi cumpleaños así que se hace lo que yo diga.
— Son más de las 12, así que técnicamente ya no es tu cumpleaños.
— Sigue siendo mi fiesta, así que te aguantas. ¡Vamos a jugar!
Sus compañeros actuaban como si estuvieran renuentes a seguirle la corriente, pero a los pocos minutos todos nos carcajeábamos.
Casi lloré de la risa cuando fue el turno de mateo y le tocó confesar lo más tonto que creía de niño, nos contó que a los seis años le pidió llorando a su madre que lo llevara al hospital porque se había tragado una semilla de sandía sin querer y estaba convencido de que le iba a crecer una planta en el estomago.
Era el tipo de historias que probablemente no nos hubieran hecho gracia de no traer unos tragos encima, pero estábamos ebrios, así que Valeria rió tanto que le escupió el mojito a Arturo en la cara.
La diversión continuo hasta que llegó mi turno.
— Muy bien, ¿Verdad o reto?
Preguntó Valeria.
— Mmm reto
Incluso intoxicada me preocupaba que “la verdad” me hiciera revelar algo que pusiera nuestra mentira en peligro. No es que me sintiera obligada a responder honestamente sin importar las consecuencias, pero no confiaba en mi habilidad para inventar una mentira creíble cuando apenas podía caminar en línea recta.
— Vale, entonces dale un beso al chico más guapo del grupo.
La temperatura de mi cuerpo bajó y por segundo la lucidez volvió a mi cabeza de golpe.
— Valeria, estás llevando las cosas demasiado lejos.
Intervino Leo.
— Hey, a mí me hizo decir si preferiría dormir contigo o Mateo, ¿Por qué eso sería llevarlo demasiado lejos?
Respondió Arturo.
— Ni siquiera es un reto divertido si su novio está en el grupo.
Añadió el bajista.
Era cierto, no había una buena razón para reusarme a besar a mi novio, quizá podría decir que no era fan de las muestras públicas de afecto, pero no sabía que tan creíble podía ser si sólo se trataba de un beso en los labios.
— A menos que te asuste que no te elija como el más guapo del grupo.
Soltó Arturo.
Tal vez no conocía los detalles de su relación, pero tenía la impresión de que el guitarrista principal tenía el hábito de tratar de hacer pasar provocaciones por bromas.
No sé si la audacia venía del “valor líquido” o simplemente estaba desesperada por escapar de esa situación, pero, sin detenerme a pensar en las consecuencias tanto como debería, me paré las puntas de mis pies y tiré del cuello de su chamarra de cuero para rozar sus labios con los míos.
Mi plan era que el beso durara sólo un instante y alejarme antes de que tuviera oportunidad de apartarme con un empujón, pero para mi sorpresa se aferró con fuerza a mi cintura, pegándome contra su cuerpo mientras profundizaba el beso.
No debieron haber pasado más que un par de segundos, pero el tiempo se detuvo mientras me perdía en el calor de su cuerpo, envolviéndome a pesar del frío de la noche, y el aroma a cuero, tabaco y colonia.
Mi interior empezó a burbujear, cómo la champaña con la que brindamos esa noche en el mirador y la noche se había llenado de estrellas de mil colores que ardían y podían explotar en cualquier momento.