Me quedé paralizada un segundo más, con la mano aún sobre la boca, deseando poder tragármela de la vergüenza. No podía creer lo que acababa de decir, ni que Richard lo hubiera escuchado. Con un suspiro tembloroso, sin responder nada, presioné el botón para colgar. El teléfono cayó en la cama con un golpe suave y seco.
Giré sobre mis talones y me dirigí al baño, cada paso un esfuerzo por ordenar mis pensamientos. Cerré la puerta con un clic que sonó demasiado fuerte en el silencio de la mañana. Me quité la ropa lentamente, como si cada pieza me ayudara a soltar un poco de la tensión acumulada. Encendí la ducha, y el agua caliente me envolvió, arrastrando consigo el caos de la mente. Cerré los ojos, dejando que el vapor me envolviera, intentando no pensar en él, intentando no pensar en la incomodidad que me recorría todo el cuerpo.
Después de lo que parecieron siglos, salí de la ducha y me sequé con cuidado. Me miré al espejo un momento, viendo a la mujer que debía mantener la calma, qu