La maleta seguía tirada en el suelo, a medio abrir, con mis cosas desparramadas. Parecía ridículo ahora. Como si hubiera creído que podía salir corriendo sin que él lo notara.
Me giré, tomando aire. Rupert estaba detrás, y lo sentí detenerse, como si comprendiera que esto ya no era asunto suyo.
—Rupert… puedes déjanos solos —mi voz sonó más firme de lo que me sentía—. Hablaré, con él.
Lo vi titubear un segundo, y en ese instante algo dentro de mí se tensó. Finalmente asintió, su expresión una mezcla de preocupación y resignación.
—Está bien. Estaré afuera, Nora. Cualquier cosa, llámame —dijo con calma.
Rupert le lanzó una última mirada cargada de rabia antes de salir. Cerró la puerta y el silencio que dejó atrás me envolvió de golpe. Richard me miró con esa calma implacable, y por un instante su sonrisa triunfante rozó mis nervios, encendiendo un fuego de molestia dentro de mí.
Respiré hondo, intentando no dejar que el calor de la rabia me desbordara. Él permaneció en silencio, observ