Pero mientras caminábamos, con su brazo rozando el mío accidentalmente, no pude negar que una sensación cálida me recorrió de pies a cabeza. Cada sonrisa suya, cada gesto de cuidado, cada momento en que había estado ahí para mí, cobraba un peso diferente. Me estaba enamorando, y lo peor era que me daba miedo admitirlo… incluso ante mí misma.
Tras llegar a su auto, Richard me abrió la puerta, y yo seguí fingiendo que todo estaba bien. Que no había descubierto algo dentro de mí que me tenía muerta de miedo. Una cosa era acostarme con él, compartir una bebé, vivir en su casa… pero amarlo… eso era demasiado para mí.
Al pasar a su lado, sentí su mirada. Esa intensidad… me hizo cuestionarlo todo. ¿Sabía él lo que estaba pensando? ¿Sabía lo que me provocaba? ¿O simplemente creía que debíamos vivir juntos porque era lo correcto, sin nada más detrás? Mientras mi mente era un caos, me subí al coche y lo vi rodear el auto para sentarse al volante. El imponente Richard Preece ahora me tenía a sus