47• Esa es mi chica.

El camino transcurrió con solo el murmullo del motor llenando el espacio entre nosotros. El aire fresco se colaba por la ventana, refrescando mi rostro y ayudándome a despejar la cabeza del torbellino de pensamientos que no dejaba de girar. Lo agradecí; necesitaba algo que me hiciera sentir presente, que apagara por un momento la tensión que todavía me recorría.

Cuando llegamos frente a mi casa, sentí el cuerpo aflojarse de alivio. Pero el momento duró poco. Dos autos se detuvieron justo a los costados de la entrada. Reconocí al instante los vehículos de Sander y Roger, y fruncí el ceño.

—¿En serio era necesario que vengan los dos? —pregunté, girándome hacia él.

Su tono fue tan natural que me desconcertó.

—Ahora estamos juntos, no hay necesidad de que estén separados —dijo, dándole un leve asentimiento a los hombres antes de mirarme de nuevo.

Me quedé quieta, procesando esas palabras. “Juntos.”

¿Se refería a los guardaespaldas… o a nosotros?

Porque, técnicamente, sí estábamos juntos.
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