Las calles de San Petersburgo estaban vibrantes cuando Valeria y yo bajamos del auto. La brisa fresca acariciaba mi piel mientras observaba la imponente fachada de La Perla Blanca, una boutique exclusiva de vestidos de novia.Desde fuera, la tienda parecía sacada de un cuento de hadas. Grandes vitrinas mostraban vestidos exquisitos, cada uno más hermoso que el anterior. Cuando entramos, el suave sonido de una melodía clásica y el aroma de rosas frescas nos envolvieron.—Este lugar es increíble… —susurré, recorriendo con la mirada los estantes llenos de encajes y pedrería.Valeria me sonrió con emoción.—Te dije que aquí encontraríamos el indicado. Tienes que brillar más que nunca en tu boda, Alina.Una vendedora elegante se acercó con una sonrisa profesional.—Bienvenidas a La Perla Blanca. ¿Puedo ayudarlas en algo?Valeria tomó la palabra antes que yo.—Mi amiga se casa en tres días y necesita el vestido. Algo espectacular, digno de una reina.La mujer arqueó una ceja con leve sorpre
El jardín de la mansión de Viktor estaba iluminado por cientos de luces doradas que colgaban de algunos poster decorados con flores, creando un ambiente mágico e íntimo. La brisa nocturna acariciaba mi piel mientras me sostenía del brazo de Dmitry, quien me acompañaba hasta el altar improvisado, donde Viktor me esperaba, le pedí a este que fuera quien me entregara, ya que despues de todo él y mi futuro esposo tienen una relación muy cercana.Mi vestido era de un blanco puro, con encaje delicado y una larga cola que se deslizaba sobre el césped. Cada paso que daba sentía la emoción crecer en mi pecho, y cuando mis ojos se encontraron con los de Viktor, cubiertos parcialmente por su máscara, supe que no había marcha atrás. Él estaba impecable en su traje negro, con su porte dominante e imponente, pero en sus ojos grises había una calidez que pocas veces dejaba ver.El oficiante, un hombre de voz serena y profunda, comenzó la ceremonia en momento que nuestras manos se unieron.—Queridos
El silencio del jet privado contrastaba con el caos de apenas unas horas atrás. Aún tenía el eco de los gritos en su cabeza, la imagen de Livia rodando por las escaleras, la mesa de cristal hecha añicos, las flores esparcidas por el suelo como si la boda hubiera sido un espejismo interrumpido por la pesadilla. Pero los dedos de Viktor entrelazados con los míos mientras caminamos juntos hacia la aeronave me devolvían la sensación de seguridad, como si a su lado nada pudiera tocarme.La Dra. Romanov había llegado rápidamente tras el incidente. Con su profesionalismo habitual, me examinó minuciosamente, revisando mi presión, pulsaciones, y escuchando con atención los latidos de los tres pequeños que crecía dentro de mí. “Están perfectamente”, dijo con una sonrisa calmada. “Fuerte como su madre.”Viktor se negó a retrasar el viaje más tiempo. Ni siquiera me permitió detenerme a cambiarme el vestido. Quería que nos alejáramos cuanto antes, que dejáramos atrás la sombra de lo que había ocur
En esta primera semana en la isla he descubierto un nuevo olor favorito: Viktor con aroma a mar. Su piel, salpicada por las gotas saladas del océano, tiene un sabor exquisito… uno que ya he recorrido con mi lengua.—Viktor —jadeo mientras sus brazos me envuelven, apretándome contra su cuerpo. Estoy sentada a horcajadas sobre él, en una silla de playa frente al mar, con una sombrilla protegiéndonos del sol… y con el orgasmo aún latiendo entre nuestros cuerpos.—Escucharte gemir nunca será algo de lo que me canse, malyshka —murmura, besando mis pechos, mi cuello y, por último, mis labios—. Mi mujer tan exquisita… única… y madre de mis hijos —susurra con devoción.—Son muchos halagos —me burlo suavemente. Lo siento sonreír, y abro los ojos para encontrarme con los suyos.—Y tengo muchos más, malyshka —dice antes de girarnos con cuidado, dejándome debajo de él. Agradezco que la silla sea lo suficientemente grande como para permitirlo.Un jadeo escapa de mis labios cuando lo siento salir d
Estaba ya entrando a mi cuarto mes de gestación, y mi vientre pues ahora esta abultado. Le enviamos fotografía a la doctora Romanov y dijo que era normal, ya que son trillizos. Lo único malo de esto es que ellos iban a nacer cuando tuviera ocho meses, no puedo llegar a término porque el riesgo sería muy elevado para ellos y para mí.Frunzo los labios frente al espejo, no me agrada mucho como me queda el vestido, ya que se ajusta en mi pancita que es cubierta por manos grandes y luego siento el calor de Viktor en mi espalda, suspiro ante el perfume que lo envuelve.—Te ves… preciosa —culmina besando mi cuello y deslizando su mano por mi vientre.—Creo que me veo gorda —susurró dejando caer mi cabeza en sus hombros, Viktor sonríe en mi cuello y su barba me pica, pero me gusta esa sensación.—Solo estas embarazada, malyshka —me dijo antes de separarse de mí.Suspire y me deje llevar por este fuera de la pequeña casa de playa que habia rentado Viktor en Costa Rica. Nuestro último destino
Una hora después, la casa de playa estaba en completo movimiento. Los escoltas aparecieron con los rostros serios, revisando cada rincón. La señora de servicio local llegó con discreción a empacar nuestras cosas, y yo, en silencio, guardé mis vestidos y bañadores que había comprado en una tienda aquí en Costa Rica y que apenas llegué a usar. La sensación de que el sueño había terminado me pesaba en el pecho.La brisa del mar todavía se filtraba por las ventanas abiertas, trayendo consigo el olor a sal, a arena mojada, a libertad. Quise aferrarme a eso, al murmullo de las olas, al calor suave de la madera bajo mis pies descalzos, a los recuerdos recientes: Viktor y yo riendo en la orilla, su piel salada contra la mía, su voz ronca diciéndome que me amaba en medio del agua, pero todo eso se deshacía con cada cierre de maleta, con cada orden que daban los hombres que nos protegían, con cada mirada tensa que cruzaban entre ellos.—¿Estás bien, malyshka? —preguntó Viktor al notar mi expres
Viktor VolkovDesperté antes que ella, como casi siempre. El amanecer apenas iluminaba la habitación, pero no me importaba mirar la hora. Tenía a mi esposa entre mis brazos, su cuerpo desnudo envuelto en mi camisa, y eso era lo único que necesitaba para empezar el día.El aire estaba impregnado del perfume que pedí mandar a preparar con mis esencias favoritas: ámbar gris, notas de oud, vetiver y un toque de tabaco dulce. Masculino. Intenso. El mismo que uso siempre y que a ella le encanta. Desde que Alina me confesó cuánto le gustaba mi olor, ordené que todas las sábanas, almohadas, toallas y hasta las batas fueran perfumadas con esa mezcla. No podía permitir que pasara un solo día sin sentirme cerca, incluso en los momentos en los que no pudiera estar físicamente con ella.La observé un rato en silencio. Dormía tranquila, con su rostro escondido entre el hueco de mi cuello y su mano descansando sobre mi pecho. Se movió apenas y, con un gesto automático, levantó un poco la camisa para
Un gemido quebró el silencio de la habitación al momento en que su cuerpo se estremecía alrededor de mi polla, temblorosa y completamente entregada a mí. Alina estaba ahorcajada sobre mis piernas, su frente pegada a la mía, los labios entreabiertos, jadeando. La sostuve firme por las caderas, guiándola mientras buscaba su propio orgasmo, disfrutando con cada contracción que me arrancaba un gruñido bajo.Inhalé su olor con devoción. Ese aroma dulce mezclado con el sudor de su piel era una maldita droga. Besé su cuello y lo mordí con ansias, sintiendo cómo su cuerpo reaccionaba al instante, apretándose con más fuerza a mi alrededor. Sé que no le gusta que le deje marcas, pero cuando estoy dentro de ella, cuando siento su cuerpo abrazando el mío con esa intensidad, se me hace imposible contenerme. Su placer se convierte en el mío, y la necesidad de reclamarla me domina.—Mi mujer —susurré contra su piel mientras dejaba un camino de besos desde su cuello hasta su barbilla, lento, posesivo