El humo del cigarrillo se elevaba lento, dibujando formas quebradas contra la lámpara amarillenta del sótano. Pablo tenía los ojos clavados en la laptop apagada, pero en realidad no veía nada. La guarida olía a encierro, a hierro oxidado y a una soledad que crujía en cada silencio.
En un gesto automático, tanteó la vieja estantería del rincón. Apenas unos libros maltrechos, huérfanos de lector desde hacía años. Tomó uno al azar, quizá por aburrimiento o porque necesitaba escapar de sí mismo. Lo abrió al centro y se encontró con una página manchada, subrayada por una mano desconocida.
"Lágrimas negras corrían por su rostro. La mente andaba como un carrusel en movimiento, con subidas y bajadas. Clavó sus ojos en la tierra buscando una respuesta que no encontraba..."
Pablo leyó en voz baja, al principio con indiferencia, luego con un pulso acelerado. Cada frase lo empujaba hacia una memoria precisa: Julia. Su cabello desordenado después de amarla, la ternura en su risa breve, la manera e