En el transcurso de varios años trabajamos en el templo, con una dedicación que rayaba en la obsesión. No era solo una reconstrucción física, sino una restauración del alma de nuestro pueblo. Queríamos que cada rincón de este lugar respirara la magnificencia de Chandra, pero en mis adentro tambien deseaba que fuera un lugar digno para el cuerpo de mi Ginebra. Durante ese tiempo, hemos estado rezando a Chandra, buscando consuelo y guía en su divinidad, hasta el chamán de nuestra aldea sintió la llamada de este lugar y viajó hasta acá, instalándose en estas tierras para dar las misas en honor a Chandra. Su presencia trajo consigo una sensación de paz y renovación, y poco a poco, la vida comenzó a florecer de nuevo en los alrededores del templo, provocando que el bosque se hiciera más verde, con árboles frondosos y llenos de vitalidad. Los cultivos, antes raquíticos y escasos, comenzaron a brotar con una abundancia que nunca habíamos visto, alimentando a nuestra gente y llenando nuestros