Capítulo 119

Con la curiosidad a flor de piel, pero con una cautela nacida del presentimiento, me acerco al altar con paso lento y calmado. No hay prisa, ya no. El peso en mi alma ha alterado mi percepción del tiempo, cada segundo se estira y se dilata, permitiéndome saborear la atmósfera enrarecida del lugar. Mis ojos, cual detectives del pasado, escudriñan los grabados de la piedra, intentando descifrar los secretos que encierran. Descubro con fascinación que son dibujos que narran la historia de un druida, un visionario que levantó este templo en honor a Chandra, una deidad cuyos misterios aún se resisten a ser desvelados. La piedra, bajo mis dedos, se siente fría y áspera, transmitiéndome una sensación de antigüedad y poder primigenio.

Cuando finalmente estoy parado frente al altar, me detengo, conteniendo la respiración. Asomo suavemente la cabeza, como un explorador que se asoma al borde de un abismo, temeroso y fascinado por lo que pueda encontrar en la oscuridad. Y entonces, mis ojos se ab
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