~Narrador~
Los tacones resuenan fríos y calculadores contra el mármol, pasando entre las celdas apenas iluminadas por la escasa luz de las bombillas.
Va vestida elegante, como siempre, con las uñas cuidadas y una sonrisa que pareciera ser amable, pero para todos aquellos que permanecen cautivos, como animales enjaulados, era una muestra de crueldad.
Cada uno se retiraba a un rincón, como si eso pudiera alejarlos de ella.
Luna Margaret se detiene siempre en la misma celda, cada día, admirando a la loba del otro lado, con la cabeza baja, el cabello castaño sucio y sus manos entrelazadas protegiendo al cachorro que lleva en su vientre.
—Veo que este ha durado más. Perfecto, creo que ese cachorro logrará nacer. Imagina eso…
Hace una pausa, dejando la bandeja sobre una pequeña mesa y tomando una jeringa, llenándola de líquido mientras continúa.
—Un hijo de un Alfa y una loba blanca. Un niño fuerte que podré manejar a la perfección para tener a todos bajo mis pies.
Abrió la reja al llegar a