~Alana~
Sus palabras se clavan como un puñal en mi corazón, destrozando mis ilusiones. ¿Cómo fue que todo esto sucedió? ¿Quién quería que esto pasara y por qué? —Damien…— imploré, y esta vez fui callada con una fuerte bofetada que me hizo escupir sangre. —Eres el peor error de mi vida. Me das asco, Alana. No me dejaste tocarte nunca, pero a esos mugrosos sí les abriste bien gustosa las piernas. La Diosa sí que se equivocó contigo. —No— negué inmediatamente, acercándome lo mejor que pude a él, las cadenas tensando mis movimientos y haciéndome sentir más dolor. —Eso no es verdad… —Yo, futuro Alfa Damien Carter, te rechazo a ti, Alana River, como mi compañera y Luna. Ahora acepta mi rechazo, ¡HAZLO DE UNA VEZ! Rugió con furia, sus ojos ardiendo de rabia, su lobo presente, sus puños apretados a tal punto que tenía los nudillos blancos. Ya no sabía si mi dolor físico se debía al rechazo o a todo lo que me estaba pasando. En dado caso, si muero, ya nada importa; al menos podré ir con mi hermana. —Yo… Alana River… acepto tu rechazo. Cerré los ojos, permitiendo que aquel dolor abrumador me ahogara, apretando mi pecho hasta que me faltaba el aire. Lo escuché gruñir y luego alejarse. Eso fue todo. Toda mi vida se desmoronó por mentiras. ¿Quién hizo esto? ¿Quién? No teníamos enemigos; no entiendo qué sucede. Oigo un par de tacones golpear el suelo. El aroma inconfundible de la madre de Damien, la Luna Margaret, me anuncia su presencia. ¿Qué es lo que quiere? Nunca me llevé mal con ella, pero definitivamente ahora debe odiarme como los demás. Se detiene frente a mí. La ignoro, sigo soportando el dolor del rechazo de su hijo y las heridas en mi espalda. No necesito más, no hoy. Las llaves suenan detrás de mí; siento manos manipular las cadenas que me atan al poste y, con un clic, estas caen pesadas contra la madera. No me dan tiempo de nada; soy levantada de forma brusca, obligándome a mirar el rostro de la mujer frente a mí. No me gusta lo que veo, no me gusta ese brillo en sus ojos; es cruel y desmedido, lo sé. —Me alegra mucho que mi hijo me haya hecho caso y haya rechazado a una mujer como tú. Nos hace un favor a todos. Un carro se aproxima; las luces están apagadas y los vidrios son oscuros. Se detiene cerca; la puerta del pasajero de atrás se abre, revelando a un hombre en su interior. Luna Margaret se acerca, toma mi mentón con una risa burlona en sus labios, estudiando con cuidado mi rostro. —Aquí nadie te quiere, ni siquiera tus padres, y es por eso que te irás de esta manada con un viejo amigo. Nadie va a extrañarte y nadie se dará cuenta que no estás. De todos modos, ya tenemos lo que queríamos. ¿A qué se refiere? Comencé a forcejear, buscando una forma de liberarme del agarre del hombre a mi espalda. Grité y pateé hasta que estuve frente al carro negro. Fui empujada a su interior; el hombre adentro intentó agarrarme, pero me giré hacia la puerta, que fue cerrada de golpe. Me sujetaron por la espalda y colocaron un paño sobre mi nariz; el aroma fuerte fue adormeciendo mi cuerpo. Mis ojos querían cerrarse, pero no podía. La imagen que tenía frente a mí me estaba rompiendo en pedazos. Damien estaba parado junto a su madre, permitiendo que me llevaran. Había dolor en sus ojos y, aun así, cuando el carro se puso en marcha, no hizo nada. ***** Desperté lentamente con el sonido de la lluvia golpeando el carro en el que aún iba. Mis ojos, medio abiertos, podían ver a través del cristal los árboles meciéndose con la brisa; todo era iluminado por los destellantes relámpagos que cruzaban el cielo. Mi garganta se siente seca, mi loba gime intentando levantarse después de todo lo que nos han hecho. Siento el cuerpo pesado, las extremidades entumecidas, supongo, por la droga que nos hizo dormir. Giré la cabeza lentamente; a mi lado iba aquel hombre con los ojos cerrados, recargado en el respaldar del asiento. Él que conduce no parece notar que desperté. Trato de moverme; las heridas de mi espalda me sacan un gemido de dolor, llamando la atención de los dos hombres. —Ya estás despierta. Espero que te mantengas tranquila o tendré que volver a dormirte. Pasa una mirada por mi cuerpo; sus intenciones son obvias. El que está a mi lado se acerca y, por instinto, me arrimo más hacia la puerta, tomando la perilla. Intento abrirla para lanzarme, de ser necesario, pero está cerrada. —No, no vas a abrirla a menos que yo quiera. Mejor ven, vamos a jugar un pequeño juego. Vuelve a acercarse, pero antes de hacer algo, somos impactados con fuerza por una enorme sombra oscura. Las ruedas rechinan en el pavimento y el carro pierde el control, llevándonos directo contra un árbol. El impacto es fuerte; mi cabeza se golpea contra el asiento de adelante, haciendo que todo se vuelva negro por unos segundos. Oigo un pitido sordo zumbando en mis oídos. Percibo a los hombres moverse a mi lado, saliendo del carro y dejando las puertas abiertas. Tomo la oportunidad y me arrastro hacia ellas algo mareada, sacando mi cuerpo maltrecho hacia la implacable lluvia. Esta me golpea con fuerza; el aire frío cala mis huesos, haciendo que apriete los dientes ante el dolor lacerante de mi espalda. Frente a mí, la imagen es diferente una vez que salgo de mi confusión. Veo lobos, muchos extendidos a lo largo del bosque y la carretera; se revuelven en una maraña de garras y dientes, peleando con una fuerza feroz. Mi estúpido corazón cree que es Damien quien vino por mí, que se dio cuenta de su error y vino a salvarme. No, claro que no es él; solo soy yo siendo ingenua como siempre. No es él quien lucha allá afuera, no fue él quien golpeó el auto y no es él quien tiene el poder de hacer doblar mis rodillas. ¡No!, es ese Alfa, enorme, peligroso e intimidante; su pelaje gris, casi negro, mojado, moviéndose con gracia ante sus enemigos para acabarlos. Su presencia por sí sola hace que quiera inclinar mi cuello en sumisión; todo mi ser quiere que me rinda a él y estoy segura de que lo haré.