~Alana~
Quiero moverme, reaccionar, alejarme de todo el caos a mi alrededor, y es cuando me obligo a dar un paso atrás. No quería; mi cuerpo se negaba, pero la razón y el miedo comenzaron a hacerse más fuertes. Miré hacia atrás buscando una brecha, un camino por el cual huir, pero una vez que regresé la mirada al frente, volví a paralizarme. Unos ojos dorados e intensos me observaban; era casi como si estuviesen traspasando mi alma, leyendo mis pensamientos más profundos. Dio un paso al frente y luego otro, lentos, como si no quisieran asustarme, pero más allá de eso, su presencia me estaba sacando el aliento. «Alana, tienes que moverte, no sabemos sus intenciones y no somos rivales para un Alfa como él». La voz de Kyra me sacó de mi pequeña burbuja y, sin esperar más, le di la espalda y corrí. Pude escuchar su gruñido molesto, pero eso no iba a detenerme. Corrí entre los cuerpos y los charcos de sangre; la lucha de los lobos aún no cesaba. Me abrí camino sin mirar atrás; sin embargo, sabía que él venía; lo podía sentir en cada célula de mi cuerpo. ¡BAM! El cuerpo de un lobo impactó contra el mío. Fui arrojada al otro extremo, cayendo entre las raíces de un árbol que se clavaron en mi espalda como cuchillas calientes. Grité de dolor, con las lágrimas ardiendo en mis ojos, mi loba hablándome con urgencia sobre algo que no entendía hasta que tuve unos colmillos muy cerca de mi rostro. La baba escurría, mezclada con sangre; su olor desagradable me revolvía el estómago, y su gruñido bajo y constante me anunciaba mi fin. Cerré los ojos al verlo abalanzarse sobre mí, pero el dolor nunca llegó. Abrí los ojos una vez más y ya el lobo no estaba; había sido reemplazado por alguien mucho más intimidante y peor. Aquel Alfa que creí haber dejado atrás estaba ahora frente a mí; el fuego en sus ojos brillaba de una forma que no comprendía. Se acercaba cada vez más, hasta que lo tuve a solo centímetros de mi rostro. —Por favor…— supliqué, con las lágrimas mezclándose con la lluvia, el desespero y el miedo consumiendo cada parte de mi cuerpo sin saber qué más hacer. Escuché a Kyra gruñir en mi mente, dando una advertencia como si él pudiera oírla, y cuando lo vi alejarse un paso, parece que sí lo hizo. Otro aullido en ese momento llamó la atención de todos, una amenaza que yo no veía, pero ellos conocían. Una vez más, todo fue un caos y yo… yo seguía atrapada en el medio. Aproveché el descuido de ese Alfa y corrí lejos de él, lejos de todos. Cada segundo que pasaba, aparecían más lobos y ya no sabía quién era quién. «Dame el control, Alana, tenemos que salir de aquí rápido». Sin pensarlo mucho, hice lo que ella dijo. Mi pequeña loba blanca emergió en medio de la oscuridad, iluminando nuestro alrededor, llamando más la atención de la que no deberíamos. Nos adentramos más en el bosque, pensando que nos alejaríamos de todo, pero una vez que volteamos, nos dimos cuenta de que ellos venían hacia nosotras. Como mosquitos a la luz, y en medio de ellos, aquel dorado danzante derribando a cada uno de ellos por alcanzarnos. «Tenemos que hacer algo, Kyra, él nos va a atrapar, es más rápido». «Pues ayúdame, porque no puedo hacer más. Podremos ser especiales, pero somos unas condenadas enanas porque la Diosa nos quiso así». Mi loba impactó contra el suelo con un enorme cuerpo oscuro encima; rodamos un poco hasta quedar debajo de él. Kyra sacó sus garras, intentando detenerlo de la revolcada que nos estaba dando. Nuestro pelaje, antes blanco, ahora estaba cubierto de tierra lodosa, hojas y quién sabe qué más. Nos soltó solo un poco y cuando Kyra se volteó, nos estampó de cara a la tierra. Estábamos acorraladas entre su cuerpo y el suelo, apenas con un espacio suficiente para poder respirar y medio ver los lobos que pasaban como si nada. Los aullidos seguían resonando en la espesa noche, la lluvia cayendo a nuestro alrededor, los rayos iluminando el cielo, seguidos de fuertes truenos. Ya no sentíamos frío; el calor que irradia su cuerpo nos cubre como una suave manta cálida, pero inquietante. Su pelaje gris oscuro se mezclaba con el nuestro sucio, y fue allí donde me di cuenta de que él nos estaba cubriendo del peligro. ¿Por qué? No tiene sentido; ningún lobo, y menos un Alfa, protege a un extraño. Aunque eso no pareció molestarle a mi loba; ella se fue relajando en su presencia, sintiendo una seguridad que solo habíamos experimentado con Damien. Qué irónico, incluso ahora pienso en él. Debería odiarlo por permitir todo eso, por dejarme sin un hogar y lanzarme a los brazos de un hombre con intenciones nada buenas. Algo estaba realmente mal: el ataque de los renegados, las pruebas falsas, las palabras de Luna Margaret. Siento que hay más de lo que no dejan ver, y de alguna forma tengo que regresar y descubrirlo. Un resoplido me trajo de vuelta al presente; el lobo sobre nosotras nos olía, su aura nos estaba dominando al punto de hacer que Kyra expusiera su cuello, y al parecer eso era lo que él quería. Cada roce en el punto sensible de nuestro cuello enviaba electricidad por todo mi cuerpo; el pelaje de mi loba se erizaba y podía sentirla lidiar con esa sensación. Se removió incómoda, queriendo salir de debajo de su dominio. Estaba luchando con su aura, que, aunque no nos lastimaba, tenía la fuerza de hacer lo que él quisiera. Kyra hizo un nuevo intento; eso no pareció sentarle nada bien a este Alfa. Gruñó cerca, demasiado, su hocico recorriendo el cuello hasta llegar a ese punto de marca. Se detuvo; fue solo un momento porque al siguiente, sentimos un dolor desgarrador y horrible cuando sus colmillos mordieron. Kyra aulló, forcejeó debajo de él, ardía; lo que sea que nos esté haciendo ardía como el infierno y ese mismo dolor nos arrastró una vez más a la inconsciencia.