Perla realmente no había estado pendiente de lo que pasaba en internet. Al llegar a casa, lo primero que hizo fue darse una ducha para quitarse el cansancio del día.
Mientras tanto, Marina estaba sentada en el sofá del primer piso, navegando por las redes con entusiasmo. Le daba "me gusta" a cada comentario que insultaba a Teresa, y cuando se sentía con ganas, se ponía a responder ella misma.
—Con lo lento que escribes, mejor pídele un favor a tu hermano y en un segundo te hago un programita que publique cientos de comentarios automáticamente —dijo Álvaro, que la observaba teclear con los pulgares como si fuera una batalla campal. Hasta él se cansaba solo de verla.
Marina le lanzó una mirada de desprecio y se giró para darle la espalda.
Mientras seguía actualizando los comentarios, murmuró confundida:
—¿Eh? ¿Por qué ya no puedo comentar?
El comentario que estaba intentando publicar era uno de los mejores que se le había ocurrido en el día.
Salió de la app, volvió a entrar y actualizó…