— ¿Qué querías quitarla al abuelo para matarlo así? — gritó Rocio, furiosa.
— ¡Deja de decir tantas bobadas! — por primera vez, María se mostró firme. Se plantó delante de César para protegerlo. En un momento como ese, no iba a permitir que la familia de Flavio hablara mal de su hijo.
— ¡El abuelo murió justo cuando él lo estaba cuidando! ¡Eso es extraño! — respondió Rocio, agresiva y sin lógica.
— ¡Estás diciendo tonterías! Si quieres acusar a mi hijo, tendrás que traer pruebas reales. ¡Hay cámaras en todo el hospital! No pienses que vas a ensuciar el nombre de mi hijo con palabras vacías — dijo María, indignada.
Pero Rocio no se calló:
— Todo el mundo sabe que Ricardo y César son uña y carne. Aunque tu hijo haya hecho algo, Ricardo lo cubriría sin problema.
Ricardo, al escuchar eso, ya no pudo quedarse callado. Era verdad que él y César eran como hermanos, pero jamás encubrirían algo así, y menos contra alguien que los había tratado bien.
Con cara seria, se acercó y les mostró el exp