El celular de Ricardo sonó.
—Estoy abajo, en la entrada principal de tu empresa. ¿Cuándo vas a bajar con Andi?
—Bajo en un momento. —dijo César.
Andi bajó la cabeza, claramente triste. Los momentos felices siempre son cortos, y él sabía que pronto tendría que irse.
Cuando escuchó la voz de su tía en el teléfono de Ricardo, supo que lo iban a llevar de vuelta. No fue a almorzar con ellos, y ya se sentía agradecido con Ricardo por eso.
César también se sintió algo apenado, pero, al fin y al cabo, Andi no era su hijo.
Lo abrazó y no lo dejó caminar solo, sino que lo llevó en brazos.
Zhang apareció por detrás, llevando las cosas que César le había comprado a Andi, y bajaron juntos.
El ambiente estaba en silencio, con una sensación de tristeza entre los dos.
Al llegar afuera del edificio, Ricardo estaba cerca de la fuente en la entrada principal.
—Por fin salieron. —Ricardo extendió los brazos para recibir a Andi.
—Vamos, Andi, Ricardo te llevará a casa.
Andi no fue