Por la tarde.
En la oficina de César, Andi despertó en el sofá y se sentó, frotándose los ojos con sus pequeñas manos.
Cuando abrió los ojos por completo y miró a su alrededor, la oficina estaba vacía. César no estaba por ningún lado.
Andi se puso sus zapatos y corrió a la puerta, empujándola para abrirla.
—¿César donde estas?
Pasó por la oficina del presidente y vio a muchas personas trabajando sin parar. Una secretaria le señaló la dirección, así que siguió el pasillo hasta llegar a la puerta de la sala de reuniones.
Justo cuando César terminaba de atender unos asuntos, vio que Andi se había despertado y lo buscaba.
Se acercó y se agachó para abrazarlo.
—¿Ya te despertaste? Su voz, rara vez tan suave y tierna, mostró cariño.
Los altos ejecutivos que estaban detrás del presidente lo miraban, sorprendidos.
¡Este niño tiene los rasgos de César y de Teresa, la gerente del departamento de marketing!
Cuando estaba dormido no se notaba mucho, pero ahora que se despertó