Capítulo 12
—¿¡Pero entonces en ese entonces ya estaba coqueteando con otros!? —César Balan pensó con furia contenida.

Lorena escuchaba las palabras de don Piccolo con cierta duda. Su intuición aguda le decía que algo no encajaba.

¿Qué estaba haciendo el viejito Piccolo? ¿Tratando de organizar una cita entre ella y César?

Solo imaginarlo le provocó un escalofrío. Inmediatamente inventó una excusa para despedirse.

—Don Piccolo, tengo cosas pendientes por hacer. No quiero interrumpir más su inspiración, así que me marcho.

César, al ver que Lorena se iba, también aprovechó para despedirse con cortesía.

—Don Piccolo, muchas gracias por su tiempo. También yo debo retirarme.

El viejo Piccolo, con una sonrisa afable, agitó la mano animándolo:

—¡Vayan, vayan! Los jóvenes deben divertirse. No como yo, que a mi edad ya ni el cuerpo me permite disfrutar.

César asintió educadamente y dejó la playa detrás de Lorena.

En el pasillo, aceleró el paso y, en la esquina, alcanzó a Lorena. Agarró su brazo con firmeza
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