El calor del mediodía caía pesado sobre la tierra, haciendo que el polvo que se levantaba con cada paso quedará suspendido un poco más de lo habitual. Selene había decidido ir al pueblo sola esa mañana, pero no tardó en notar las miradas furtivas que la seguían desde los portales, desde las ventanas entornadas. Sabía que regresar no iba a ser fácil, pero no había imaginado que los rumores viajaran tan rápido, ni que fueran tan afilados.
La vieja droguería de don Mateo, con su techo de tejas despostilladas, fue el primer sitio donde escuchó el cuchicheo. Apenas cruzó la puerta, el repiqueteo de la campanilla fue seguido por un silencio incómodo.
—Dicen que volvió para quedarse con todo… después del escándalo de su madre y la muerte de sus abuelos, creí que jamás se volvería a saber de ella—susurró una mujer detrás de los estantes.
Lo cuchicheos siguieron hasta el almacén del viejo Salazar.
—…pues no solo regreso, tiene al capataz como perrito faldero. —remató otra de un nuevo grupo de