Inicio / Mafia / Bajo el juramento de sangre / Capítulo 14 — Donde el control es una ilusión
Capítulo 14 — Donde el control es una ilusión

Alba

La puerta se cierra de golpe detrás de mí.

Me detengo en el pasillo vacío. El silencio es total. Ningún ruido. Ningún susurro. Solo ese latido en mi pecho regular, insistente. Ese latido que me esfuerzo por ignorar.

No me doy la vuelta.

No debo hacerlo.

Me prohibo comprobar si él me ha seguido.

Sé que no lo ha hecho.

Aún no.

Mis tacones resuenan en el suelo del pasillo y, con cada paso, siento el eco del caos que he dejado atrás. Un hombre a flor de piel. Un fuego contenido. Un deseo sin salida. Una trampa cuya magnitud aún no ha comprendido.

Debería sentirme victoriosa.

Debería.

Pero una sombra ya se extiende en mi mente.

Empujo la puerta de mi habitación. Me adentro. La cierro lentamente detrás de mí.

Todo está en orden.

Demasiado en orden.

Un contraste violento con lo que he llegado a ser por dentro.

Me quito la chaqueta. Mis dedos están tensos. Mis movimientos son mecánicos. Controlados.

La pliego, la dejo sobre el respaldo de una silla. Luego me siento en la cama. Espalda recta. Barbilla en alto.

Siempre recta. Siempre orgullosa.

Siempre en control.

Y, sin embargo… mi corazón late con fuerza.

Sigo sintiendo sus manos alrededor de mi cintura. Su respiración entrecortada. Su mirada de bestia. Ese aliento cargado de amenazas, de súplicas, de deseo. Estuvo a un hilo de romperlo todo. A mí también.

Y lo detuve.

Porque debía hacerlo.

Porque soy teniente en una brigada especializada. Porque juré nunca dejar que mis debilidades me dominaran.

Pero la sentí, esa debilidad.

Se abrió esta noche.

Un poco más que ayer.

Y mañana… mañana no sé.

Aprieto los dientes. Mi mirada cae sobre la mesa de centro. El expediente está ahí. El verdadero. El que desvié de los circuitos oficiales. El que contiene todo lo que tenemos sobre él. Sobre Sandro. Sobre sus hombres. Sus cuentas. Sus movimientos.

Me levanto, lentamente.

Lo tomo.

Lo abro.

Y leo de nuevo.

Otra vez.

Como para recordarme. Como para anclarme.

Nombre: Alessandro De Luca.  

Alias: Sandro.  

Expediente n°8375-B.  

Objeto: Presunto jefe de una red de exportación de cocaína, influencia en los puertos de Ancona y Trieste. Conexiones conocidas con la mafia calabresa.

Sigo leyendo.

Sus crímenes. Sus coberturas. Sus aliados. Sus enemigos.

Y yo, ahí dentro.

Yo, enviada para infiltrar. Para acercarme. Para hacer caer.

No para caer yo.

No para incendiarme ante sus ojos.

No para desearlo.

Cierro el expediente de un gesto brusco.

Lo empujo lejos de mí, como si pudiera contaminarme más.

Me levanto.

Voy de un lado a otro.

Debería llamar a mi superior. Decirle que sigo en mi puesto. Que mantengo la línea. Que la misión avanza. Aunque no es una misión, porque él me ha secuestrado. Pero no es razón para no hacer mi trabajo.

Pero no lo hago.

Porque mentiría.

Porque estoy a punto de perder el control.

Me dirijo al baño. Abro el agua. Fría. Helada.

Me desnudo lentamente, como para disolver su huella. Como para lavar la marca invisible que dejó en mi piel.

El agua golpea mis hombros. Mi vientre. Mis muslos.

Tiemblan. Pero no me muevo.

Quiero que este frío me limpie. Que me devuelva a mí.

Pero incluso allí…

Incluso bajo esta ducha…

Pienso en él.

En su voz. En su mirada. En esa manera que tiene de provocarme sin una palabra, de derribar mis muros, una mirada tras otra.

Se supone que debo ser fuerte.

Entrenada para eso.

Entrenada para manipular. Para seducir si es necesario. Para controlar.

Pero ya no controlo nada.

Me inclino, manos contra la pared.

Cierro los ojos.

Y me vuelvo a ver.

Frente a él.

Sus pupilas dilatadas. Sus labios entreabiertos. Sus manos listas para hacerme ceder, para tomarme, para arrebatarme.

Y yo… resistí.

Pero, ¿por cuánto tiempo más?

Salgo de la ducha. Me seco sin prisa. Cada movimiento es una lucha. Me obligo a ignorar el espejo. Sé lo que vería: ojos brillantes. Mejillas sonrojadas. Un aliento demasiado rápido.

Me visto.

Me acuesto en la cama.

Y espero que vuelva la calma.

Pero no vuelve.

Porque, en el fondo, lo sé: lo que vivo con él no tiene nada que ver con la misión.

Ya no es control.

Ya no es un juego.

Es una guerra.

Y ya estoy herida.

Agarro mi teléfono. Lo miro fijamente.

Podría detenerlo todo. Ahora.

Llamarlo, hacerlo caer, pero sé que no iré muy lejos.

Así que mi mano se queda inmóvil.

Porque ya no estoy segura.

De nada.

De él.

De mí.

De lo que quiero.

Soy teniente de brigada.

Y, sin embargo, esta noche… solo soy una mujer que arde en la oscuridad.

Una mujer que ha dejado entrar a un monstruo en su sangre.

Y que comienza a preguntarse si en realidad le ha gustado.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP