Luchando.
Gia.
Mientras me estremezco con los dedos tirando hacia arriba en mi coño, pienso en todas las veces que Arthur Orlov me quebrará y me hará recordar que él es quien manda. Y cuando saca los dedos rústicos por sus guantes, y me encuentro más mojada, más agitada, con el cuerpo ardiendo de deseo, sé que esto es más fuerte que el vacío que sentiré después de que nuestro encuentro termine.
No puedo hacer nada que lo moleste, debo hacer siempre su voluntad. Tengo que rendirme.
—P-Perdóneme señor Orlov… —digo, encontrando el aire, girando la cabeza hacia a un lado, pero su agarre en mi cabello me obliga a tener la mirada en el sofá—. D-Dígame… Dígame qué tengo que hacer para remediar lo que hice.
Escucho su respiración agitada, y la fuerza tirando en mi cuero cabelludo, me hace darme cuenta de que está realmente molesto.
—Ya no hay nada que puedas hacer para borrar lo que hiciste —responde con esa voz entre oscura y medio agitada—. Ahora solo te someterás a tu castigo.
Sus manos en guantes de