El silencio que siguió a sus palabras era denso, cargado con todo lo que no había dicho durante años. Lo miré, tratando de asimilar la complejidad de su pasado, el peso de su promesa y la sombra oscura de Sofía acechando en los márgenes de nuestra frágil reconciliación.
—¿Por qué no me contaste nada de esto antes, Maximiliano? —pregunté, mi voz era suave. La pregunta no era una acusación, sino una búsqueda genuina de comprensión.
Él apretó mis manos entre las suyas, su mirada llena de un arrepentimiento sincero.
—Tenía miedo, Clara. Miedo a perderte por si no entendías mi prometida. Luego tenia miedo a perderte de nuevo. Miedo de que al conocer toda la verdad, el lazo que estamos intentando reconstruir se rompiera. ¿Entiendes? La culpa... me había mantenido enterrado vivo durante tanto tiempo.
—Pero ahora... ¿por qué ahora? —insistí, necesitando entender el catalizador de su confesión.
—Por ti —respondió, sus ojos buscando los míos con una intensidad que me hizo temblar por dentro—.