La atmósfera en el restaurante era vibrante, llena de las risas y las conversaciones animadas de Sarah, David y Emily. Andrés había elegido un lugar elegante en el West Village, con luces cálidas y música suave que permitía conversar sin alzar la voz. Me sentía increíblemente bien, celebrando un logro que hacía unos meses me parecía inalcanzable.
—¡Por Clara! —exclamó Sarah, levantando su copa de champán—. Por su visión, su tenacidad y por conquistarnos a todos con su talento.
—¡Salud! —coreamos los demás, brindando por mí.
Andrés me dedicó una sonrisa sincera. —Estoy realmente orgulloso de ti, Clara. Te mereces todo esto y mucho más.
—Gracias, Andrés —respondí, sintiendo el calor de sus palabras—. Pero nada de esto hubiera sido posible sin el apoyo de ustedes. Son un equipo increíble.
La cena transcurrió entre anécdotas del trabajo, planes para el futuro y muchas risas. En un momento dado, mientras Sarah y David se habían ido a la barra por más bebidas, quedamos Emily, Andrés y yo co