Escenarios
La llegada de Alexander fue tan medida como calculada. Aunque vestía con aparente informalidad - jeans oscuros y un chaleco de hilo ligero que se ajustaba con precisión a su cuerpo - su presencia seguía siendo imponente. Sofisticado, atractivo de una manera despreocupada, pero letalmente consciente de sí mismo.
Él mismo había conducido hasta allí, no por falta de chófer, sino porque esta noche se trataba de reforzar el papel que ambos interpretarían. Observó el frontis de la casa de Helena antes de exhalar despacio y salir del auto con naturalidad. En una mano llevaba una botella de vino de cosecha exclusiva, en la otra, un ramo de rosas cuidadosamente seleccionadas.
Sabía que los paparazis estaban ahí, escondidos entre los arbustos, en los autos cercanos, en las sombras. Justo como lo había planeado.
Con una sonrisa que parecía si