Edward
Silencio. Un largo silencio reinó entre nosotros. Permanecíamos en silencio por un rato considerable, los dos recostados sobre las sábanas desordenadas y revueltas, la tela arrugada testimonio de la reciente intimidad, con la respiración aún irregular y entrecortada, un eco persistente del esfuerzo físico, pero, a pesar de todo, en paz, una calma serena que se asentaba sobre nosotros. Grace tenía la cabeza apoyada suavemente en mi pecho, sintiendo el ritmo constante de mi corazón, y mis dedos recorrían lentamente su espalda desnuda, explorando la suave curva de su columna vertebral, dibujando líneas invisibles con la punta de mis dedos, trazos delicados que no quería que se borraran nunca, un mapa imaginario de mi afecto.
—¿Estás más tranquilo ahora? —murmuró, su voz apenas audible contra mi piel, sin levantar la vista de mi pecho, permaneciendo cómodamente acurrucada.
Sonreí, una sonrisa suave y tierna que se extendió por mis labios.
—No del todo… aún no estoy completamente tr