NARRADOR OMNISCIENTE
Dante había salido de la habitación de Miranda y corrió directamente hasta la de Sophía, quien se había quedado nuevamente dormida.
Gabriel seguía a su lado, acariciando su dorada cabellera, y sonrió con malicia al sentir a Dante a sus espaldas.
—¿Tan pronto regresas? Puedes tomarte tu tiempo, no haces falta para cuidarla.
Dante, sin pensarlo mucho, lo paró de la silla y lo estampó contra la pared. Sus ojos estaban inyectados de rabia; toda su furia quería descargarla encima del bastardo de Gabriel.
—Dime, Gabriel… ¿quieres terminar con el cuerpo lleno de agujeros por mis balas? Te puedo ayudar con eso.
Pero Gabriel, o era muy valiente, o muy estúpido, porque siguió provocándolo. Y Dante staba cayendo en su juego.
—Oh, Dante… puedes hacerlo. Pero, ¿Sophía te perdonará? Sabes lo que siente por mí, y aun así no la dejas ir.
Dante apretaba con más fuerza la camisa de Gabriel; estaba a punto de golpearlo cuando entró el doctor.
—Huhuhu…— carraspeo el doctor—señores, n