NARRADOR OMNISCIENTE
Los días habían pasado y Sophía fue dada de alta, pero no estaba bien. Sus emociones eran un completo desastre.
Maldecía a Dante constantemente, lo que hacía que él perdiera la paciencia al instante. Aun así, no dejaba que eso lo afectara. Sabía por lo que ella estaba pasando y no podía simplemente ignorarlo.
Las amenazas del asesino llegaban con frecuencia, pero Dante se aseguraba de que ninguna alcanzara a Sophía. Eran inquietantes, enfermizas… Y cada vez lo ponían más contra la espada y la pared. Tenía miedo. Miedo de que ella fuera lastimada de nuevo por ese malnacido. Miedo de perderla. Miedo de no poder protegerla.
Estaba en su despacho, observando cada cámara, cada ángulo de la mansión, buscando cualquier señal, cualquier pista que lo llevara hasta ese infeliz. Habían descubierto —bueno, en realidad fue Sophía cuando se topó con el imbécil de Tyler— que había cámaras ocultas en su habitación. Fue así como notaron el dispositivo escondido en los aretes que