Capítulo 28

El salón se había convertido en un campo de batalla invisible. Nadie alzaba la voz, pero el aire estaba cargado de tensión, como si las paredes contuvieran un huracán que en cualquier instante podía desatarse. El abuelo de Darian permanecía de pie en la entrada, con la mirada fija en su nieto, los ojos encendidos de una mezcla de ira y desconcierto. Sus palabras habían caído como un trueno: “¿Qué acabas de decir?”

Antes de que Darian pudiera responder, Elena dio un paso al frente. Sus piernas temblaban por dentro, pero su voz salió firme, clara, como un filo de acero que no admitía titubeos.

—La decisión está tomada —dijo, recorriendo con la mirada a todos los presentes—. No nos quedaremos en una manada que ha tratado a su rey como a un enemigo.

Un silencio gélido se extendió en la sala. Los ojos del abuelo se clavaron en ella con una intensidad tan penetrante que cualquier otro habría bajado la vista. Pero Elena, lejos de retroceder, alzó el mentón con desafío.

—Tú no sabes nada —rep
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