Capítulo 23

El gran salón de piedra se estremecía con la respiración de los lobos reunidos. El silencio, luego de las palabras del abuelo de Darian, pesaba tanto que parecía imposible sostener la mirada de los ancianos sin sentir el juicio en cada par de ojos. Elena temblaba por dentro, aunque mantenía la espalda recta y la barbilla en alto. Sentía que, en cuestión de segundos, toda la sala se había puesto en su contra.

La orden había sido clara: muéstranos, transfórmate. Pero su cuerpo se había paralizado. El corazón le golpeaba el pecho como si quisiera escapar, y en su interior, Nix aullaba, atrapada, luchando contra un muro invisible que le impedía salir. Elena intentó respirar profundo, intentó forzar algo, pero lo único que logró fue que su piel se erizara y que sus pupilas se tiñeran de un rojo intenso. No era suficiente. No lo sería jamás si Nix no respondía.

Los murmullos volvieron a extenderse, llenando cada rincón del salón.

—Imposible…

—¿Una luna que ni siquiera puede transformarse?

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