Elise
Época actual
Aunque no quería que mi hijo notara mi nerviosismo, fue inevitable. Me preguntó, a su manera, si estaba triste por irnos a una nueva casa. Andrei no me había dicho gran cosa, pero presentía que hoy sería el día en que nos meterían en ese espeluznante ataúd. No me daba miedo recostarme allí, muchas veces lo había hecho cuando trabajaba con mi padre, pero sí el no poder salir, que algo saliera mal.
«No, no puede salir mal», pensé.
—Un poco, cariño —admití mientras le enjuagaba el cuerpo—. Este fue el lugar donde naciste, donde te he visto crecer y donde…
Los ojos azules de mi hijo me observaron expectantes. Le sonreí y le pasé la mano por el rostro, haciéndolo reír.
—Donde hemos visto las mejores caricaturas —añadí—. Pero estoy segura de que la pasaremos mejor en la nueva casa.
Mi bebé dejó de prestarme atención y empezó a salpicar el agua con las manos. Reí de nuevo y besé su cabeza húmeda. A veces me sorprendía pensar en lo mucho que lo amaba y en todo lo que estaba