El viernes comenzó con una frase inesperada “¡Necesitamos escapar!” Amelie gritó desde la cocina, con los brazos en alto y una cucharada de cereal aún a medio camino. Violet la miró desde la cafetera, mientras Emiliano, desde la mesa, alzó una ceja.
— ¿Escapar de qué?
— ¡De la rutina! — Respondió Amelie —. Lo dice la profe, las familias necesitan tiempo para desconectarse o se vuelven aburridas. ¡Y yo no quiero tener una familia aburrida!
Violet rió, y Emiliano se llevó una mano a la boca, conteniendo la carcajada.
— Tiene lógica. — Dijo Violet, fingiendo pensarlo —. ¿Y qué propone la señorita directora de aventuras?
— ¡Una noche fuera! — Anunció Amelie—. En una cabaña. Con mantas, películas, juegos y chocolate caliente.
Esa misma tarde, salieron de la ciudad. Nada estaba planeado, sólo llevaron una maleta pequeña, abrigos, y la dirección de una cabaña rodeada de bosque y silencio, a solo un par de horas.
Cuando llegaron, el aire olía a pino y tierra húmeda. La cabaña tenía lo justo y