Las niñas se lanzaron a los brazos de la mujer que las esperaba con lágrimas en los ojos.
La escena era digna de una película de drama. Llanto por doquier, sonrisas empapadas.
Enzo las observó con atención desde la cima de la escalera.
—¡¿Mis pequeñas, me extrañaron?! —preguntó Valeria, tratando de disimular el temblor en su voz, pero fallando miserablemente en el intento.
Desde que había regresado a Inglaterra, su primer impulso había sido el de ir directamente a la mansión Dubois para buscarlas; sin embargo, sabía que hacerlo arruinaría sus planes en la empresa, así que se contuvo lo más que pudo. Pero ahora que todo había sido revelado, no había nada que le impidiera ver a sus tres ángeles.
—¡Sí, mami! —lloraron ellas.
Las cuatro tardaron un par de minutos en calmarse hasta que Valeria, tomando el control de la situación, les preguntó cómo les había ido en esos días separadas.
Las niñas parecieron animarse y le contaron todo lo que habían hecho en ese tiempo.
—Papá dice que n