Enzo no se apartó. Molesto le preguntó:
—¿No te enseñaron a tocar la puerta?
El rostro de Eloísa Russo se desconfiguró por completo y, aunque Valeria sintió un poco de satisfacción, no pudo evitar ponerse en su posición.
—No has cambiado ni siquiera un poco, Enzo —lo empujó haciendo que la soltara por fin—. Deberías de tener un mínimo de respeto por la mujer con la que se supone vas a casarte. Pero mírate aquí, siendo el mismo canalla de siempre.
—No me puedo casar si ya estoy casado —su voz era inalterable.
—Enzo… ¿Qué estás diciendo?
—Digo que aún no me he divorciado.
—Pero…
Eloísa conocía otra historia, una que le había contado Olivia, asegurando que Valeria antes de irse había firmado los papeles del divorcio. Razón por la cual asumió que Enzo ya no estaba casado. Sin embargo…
—¿Me has tenido como tu amante todo este tiempo? —se horrorizó ante la idea.
—¿No has insistido tú en serlo? —le devolvió la pregunta sin un mínimo de vergüenza.
—¡Pero yo no sabía que seguías ca