Julieta
—¿Qué demonios haces aquí? —pregunté, y encendí la luz.
Damián seguía en el sillón, como si nada, observándome. Mi recuerdo no le hacía justicia. Su figura y su aura me impactaban. Todo en su presencia gritaba que era un alfa, que el resto se inclinaría ante él, que los lobos temerían su furia y el poder que podría desatar. Su piel era bronceada, su cabello brillaba. Todo en él lo hacía parecer el más perfecto caballero.
Si tan solo fuera realmente un caballero.
Mi corazón parecía que iba a salir corriendo, el pecho me dolía, mi respiración estaba entrecortada.
—La cacería no termina, ya te lo había dicho.
Por breves instantes pensé en huir, regresar por la puerta de entrada y salir corriendo. Observaba a mi alrededor y veía que era la única salida.
—Ni lo pienses, Julieta —dijo él, como si adivinara mis pensamientos. Me sorprendió la forma en que pronunció mi nombre, cargado de sentimiento… seguramente odio. Pronunciando cada letra, cada sílaba, con intención. Y volví a senti