Damian
—¿Dónde demonios está Octavio?
Estaba nervioso. Extremadamente nervioso. Como jamás había estado en mi vida. Mi estómago era un nudo; casi no pude comer.
—Debe estar por llegar. Está todo perfecto, alfa. ¿Hay algo que quiera cambiar? —me preguntaba Leticia.
—No, la verdad es que no. Todo está… perfecto.
Si que lo era. Los alfas soñaban con el día en que su Luna se uniera a la manada, el día en que estarían completos por fin. La ceremonia sería en el centro de la ciudad, en la gran plaza, para que cualquiera que quisiera pudiera presenciarla. Los humanos pensarían que se trataba de la boda de un gran empresario excéntrico, el señor Marfil, dueño de las empresas Marfil que controlaban todo. Pero los lobos y los vampiros sabrían que se trataba de algo más.
Ni Julieta ni yo éramos fanáticos de los grandes espectáculos, pero sabíamos que era necesario. Teníamos que mostrar que éramos alfa y Luna para que nadie lo dudara. Ricardo estaba muerto, mi padre también, y no había más herede