Eva
—¿Estás segura de esto, doñita? —pregunté mientras me detenía ante el túnel más feo que había visto en mi vida. No es que los túneles fueran lindos, eso está claro, pero este no era desagradable: era lo siguiente a desagradable. La vida tenía ese extraño sentido del humor que te pone justo donde no quieres estar… para luego pedirte que salves el mundo.
—¡Ay, Eva, tú y tus cosas! —dijo ella agitando la mano mientras con la otra se apoyaba en su bastón en la entrada. Observó el túnel con sus ojos ancianos que parecían llenos de sabiduría. Sabía que era poderosa, pero igual me da risa verla así: chiquita, encorvada… pero capaz de incendiar medio mundo si le daban motivos. Especialmente si se metían con sus nietos y bisnietos.
—¿No sabes que de por sí ya estoy muerta y revivida? ¿Quieres terminar de enterrarme? —pregunté con ironía. A mi lado, Cachorrito se rió.
—Yo te sacaré de aquí. No dejaré que algo te suceda de ninguna manera —ronroneó, besando mi mano, y yo bufé.
—Aquí es el lu