Ricardo
—Alfa, solo esperamos por usted —indicó Verdugo.
—¿La frontera? ¿Los vampiros?
—Neutralizados. Se llevaron varias balas y flechas, no podrán interferir.
—No si saben lo que les conviene. ¿Y los Herejes?
—Están a medio camino, esperando qué sucede —contestó mientras me limpiaba las manos. Había golpeado a Damián todo lo que quería. ¡Diosa! Llevaba años queriendo desquitarme.
—No será la última vez —indicó mi lobo dentro de mí.
Sonreí. Generalmente, los hombres lobo tenían lobos que los controlaban… o que estaban desbocados. La mayoría buscaba poder o sus mates. Pero no Omar. No, señor. Mi lobo solo deseaba que sacáramos nuestro lado más oscuro. Que nos vengáramos de las humillaciones, de haber sido relegados. Que castigáramos el favoritismo de nuestro padre hacia Damián, aunque intentara disimularlo.
Pero eso se acababa hoy.
—Excelente. Controla a los prisioneros; esta noche todo debe salir a la perfección. Y por todos los cielos… ¡busca a ese maldito beta y a su padre! No le