Damián
Horas después de que Octavio huyera, se abrió la puerta de golpe y apareció Ricardo hecho una furia. Vi detrás de él a varios guerreros heridos. Debía haberse desquitado su molestia con ellos.
—¿Se te perdió algo, hermano? —le dije, y él me volteó la cara con su puño.
—Eso dolió, pero valió la pena —susurró Ronan.
—¿Cómo lograste que huyera? ¡Dímelo!
Siempre decían que Octavio era maldito, pero nadie se ponía a pensar en qué consistía esa maldición y cuáles eran las consecuencias. Ricardo me golpeó de nuevo y mi ojo se hinchó.
—No importa, igual estás aquí, ¿no es cierto? Tú y el alfa grandote no van a poder huir tan fácilmente —escupió.
—Eso quiere decir que el beta logró sacar a Severino. Magnus debía estar muy herido o no quería irse. O quizás Octavio espera el momento— me dijo Ronan.
—Y si crees que vas a poder salvar a tu estúpida humana, estás muy equivocado. Además, tenemos una promesa, ¿no es cierto? Yo la dejaré libre siempre que vayas al juicio.
—Así es —le respond