Nora
Todo ocurrió en un abrir y cerrar de ojos. Octavio había intentado enviar un mensaje, pero este se cortó, y de pronto teníamos a los cazadores frente a nosotros. Los gritos, el rugido de los lobos y el estrépito metálico de las armas desgarrando la madera llenaron el aire como una sinfonía de caos. Mi cuerpo reaccionó antes que mi mente.
Deslicé de mi vestido el cuchillo que había mantenido oculto. Había sido preparada para estar lista en cualquier momento. No todos allí eran guerreros: entre nosotros había mujeres que jamás habían entrenado para pelear, ancianos cuyas fuerzas ya no eran las de antes. Eran, sin duda, los objetivos más fáciles para los cazadores. Antes habría creído que acabaríamos con ellos en cuestión de segundos, pero tras enfrentarlos en otras ocasiones, sabíamos que eran un enemigo que no debía subestimarse.
Un guerrero cayó muerto a mi lado cuando una flecha negra lo atravesó. No estaba bañada en ónix: estaba hecha de ónix. No sabía cómo habían logrado que f