Me recliné en la silla, sintiendo un frío que no tenía nada que ver con el aire acondicionado. El correo de Frederick Vance seguía brillando en la pantalla, cada palabra educada era una daga afilada apuntando directamente a mi yugular. "Unilaterales". "Profundas inquietudes". "Preocupante". "Justificar estas acciones".
No era la letra de Vance. Era la voz de Xander.
Había pensado que había ganado la primera batalla. Qué ingenua. Él ni siquiera había estado luchando. Solo había estado observando, esperando que yo hiciera mi movimiento para poder lanzar el suyo. Y su jugada era jaque. No jaque mate. Aún no. Pero la amenaza era clara. La guerra no había hecho más que empezar, y yo acababa de darme cuenta de que mi adversario no solo jugaba en otro nivel. Él había diseñado el tablero.
Cerré el portátil con un chasquido seco y definitivo. Por un instante, el silencio de mi oficina fue absoluto. Podía escuchar el zumbido de la electricidad, el murmullo lejano del tráfico, el latido furioso